Por Alfredo Zaiat
La cotización del dólar en el último día hábil de 2009 fue 3,83 pesos por unidad. Ese valor no tiene mucha relevancia si solamente se lo observa como el final del recorrido de una de las variables del menú de inversiones financieras. El año que acaba de concluir tuvo como vedette a las acciones y los bonos y el dólar ocupó los últimos lugares del ranking como la peor opción especulativa. Ese tipo de análisis es importante para el mundo de la city. Pero la paridad 3,83 pesos/dólar expresa mucho más que otro fin de año tranquilo en el microcentro, y de la definición de ganadores y perdedores en el universo de las finanzas. Ese precio 3,83 en las pizarras de las casas de cambio y de los bancos es la exteriorización más contundente de que los economistas del establishment se equivocaron. Otra vez. Durante la primera mitad del año y, en especial, en las semanas previas a las elecciones legislativas, esos expertos en errores aseguraban la inevitabilidad de una fuerte devaluación. Afirmaban que el dólar se iba a disparar, estimando que a fin de año se ubicaría en por lo menos 4,60 pesos por billete. Algunos de ellos lo pronosticaban con una seguridad sorprendente como parte de análisis financieros que tenían en cuenta la crisis internacional y la intensa fuga de capitales local. Otros lo calculaban con soporte académico como parte de una evaluación macroeconómica referida al atraso del tipo de cambio, que ponía en riesgo la competitividad de la economía. Sin embargo, unos y otros fallaron, como en tantas otras profecías apocalípticas enunciadas con la soberbia de un supuesto saber técnico, que en esencia es eminentemente político.
La cifra 3,83 es humillante para ese elenco de mercaderes de la información económica, comportamiento que no es exclusivo de profesionales encolumnados en la corriente ortodoxa. En una piel hipersensible debido a décadas de inestabilidad, golpes de mercado y violentas devaluaciones –la última fue durante la gestión presidencial de Eduardo Duhalde–, el dólar es una extraordinaria variable de disciplinamiento social y de orientación de las expectativas económicas. Por eso no son inocentes ni fruto de estudios técnicos asépticos los pronósticos acerca de la evolución del billete verde, ni su eco amplificado por parte de empleados en medios de comunicación.
El 3,83 debería servir como aprendizaje para una mayoría obsesionada con la cotización del dólar para eludir esas trampas que alimentan incertidumbres y favorecen a minorías privilegiadas. Ese 3,83 revela también la escasa consistencia en la mayoría de los análisis económicos de amplia difusión en ámbitos del poder, que exponen el deseo del emisor más que un examen de las condiciones internas y externas de un determinado proceso económico. Esos últimos factores son los que definen la cotización del dólar en términos económicos. Varios son los elementos que intervinieron en la dinámica cambiaria en 2009, que si los economistas de la city los hubieran considerado se habría evitado el papelón. Bochorno que, en realidad, no les preocupa demasiado porque saben que son herramientas funcionales del poder económico y, además, sus yerros serán prolijamente ocultados con la complicidad de todos aquellos que le demandan pronósticos para el 2010.
El tablero electrónico de las agencias de cambio marcando el 3,83 no es un valor mágico, sino que refleja condiciones estructurales de la economía doméstica, la decisión del Gobierno de defender la política de flotación administrada implementada por el Banco Central y situaciones coyunturales a nivel internacional, a saber:
- La intensa devaluación del dólar a nivel mundial como respuesta a la extraordinaria debacle de la potencia hegemónica precipitada por la crisis de los créditos hipotecarios subprime.
- Esa debilidad de la moneda dominante del comercio internacional implicó la apreciación del tipo de cambio en la mayoría de los países, destacándose el recorrido del real y el euro como los más relevantes para la economía argentina.
- La decisión política del Gobierno de no acompañar ese proceso de fortalecimiento de esas monedas permitió un avance sustantivo de la competitividad del tipo de cambio local.
- De todos modos, antes de gatillarse esa dinámica de apreciación de las monedas de otros países, el tipo de cambio bilateral (dólar) y el multilateral (las más importantes son el dólar, real y euro) elaborados por el Banco Central reflejaban que no había atraso cambiario. Incluso aplicando índices privados de precios de dudosa confiabilidad como factor de ajuste. A noviembre, el tipo de cambio multilateral se ubicaba 53,4 por ciento por encima del promedio de la convertibilidad.
- El superávit comercial de 2009 terminará por encima de los 18 mil millones de dólares, monto que se constituirá en record histórico. Esto implica que el saldo entre exportaciones e importaciones fue muy positivo, lo que se traduce en un fenomenal canal de ingreso de dólares a la plaza local. Para el 2010 se estima que ese superávit contabilizará unos 14 mil millones de dólares, lo que significa que seguirá habiendo un positivo flujo importante de billetes verdes.
- Pese a la tenue diversificación de las exportaciones, las materias primas siguen siendo el principal rubro de las ventas externas. El índice de materias primas elaborado por el Banco Central revela que el precio promedio de los commodities de 2009 fue igual al de 2007 y se ubica un 50 por ciento por encima de la media del período 1995-2009. Esto significa que los precios de los productos que el país más vende al exterior se encuentran en umbrales elevados, perspectiva que se estima persistirá, lo que deriva en un horizonte de sostenidos ingresos de divisas por el lado de las exportaciones.
- Otra clave para analizar las perspectivas de la paridad cambiaria es el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Su saldo recoge el generado en el intercambio comercial (exportaciones/importaciones), el de servicios y el de transferencias. El de 2009 fue positivo en unos 7000 millones de dólares, monto que se repetiría en el año que comienza, extendiendo a nueve años el período de superávit de cuenta corriente, ciclo inédito de la historia económica reciente del país.
- Esa continuidad del superávit de la cuenta corriente significa que hubo y seguirá habiendo excedentes de dólares en el mercado local. No es un dato menor para la economía argentina, cuyo eslabón débil que precipitó sus recurrentes crisis a lo largo de décadas fue la restricción externa. Esto es el estrangulamiento externo por el déficit de divisas, cuyo desenlace es la devaluación e inflación posterior, con la consiguiente inestabilidad política y social.
- El principal factor perturbador de este esquema es el resultado de la cuenta capital de la balanza de pagos, en la cual se refleja el impacto de la fuga de capitales. Su intensidad determina el mayor o menor stress económico-financiero. Por ese motivo es tan importante la forma de intervención sobre las expectativas de los agentes económicos. En esa tarea actúan los gurúes de la city al exacerbar la incertidumbre y, por lo tanto, la fuga de capitales, alimentando así un círculo vicioso con destino de crisis.
- Sin embargo, esa intervención tuvo en esta oportunidad un formidable dique de defensa, del que careció la economía argentina en anteriores debacles: abundantes reservas en el Banco Central. Además de los dólares excedentes del comercio exterior, las reservas permitieron abastecer la huida, y a la vez actuaron como un potente disuasivo contra corridas. En 2009 las reservas terminaron en 48 mil millones de dólares, y se estima que en este año sumarán unos 7000 millones.
El 3,83 pesos por dólar y un escenario tranquilo en el frente cambiario tiene un componente estructural que es desestimado por los economistas del establishment, lo que una y otra vez los deposita en el error de diagnóstico y de pronóstico. Aunque cuesta creerlo, hoy la economía argentina tiene estructuralmente excedentes de dólares. Esto explica que, por primera vez desde la recuperación de la democracia, un shock externo de magnitud con agregados de componentes internos no haya concluido en una fuerte devaluación.
En última instancia, ante este panorama del mercado cambiario, cuadro que los gurúes de la city se resisten a comprender o a aceptar cegados por anteojeras ideológicas, sólo queda remitir al mensaje filosófico de Diego Armando al momento de señalar la cotización 3,83 pesos por dólar.
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