Por Alfredo Zaiat
La caída del Muro de Wall Street no sólo ha dejado desnudo al rey finanzas desregulada, que los líderes de los países del G-20 tratarán de travestir en la cumbre de Londres el 1º y 2 de abril próximo. También ha dejado en evidencia el derrumbe de modelos económicos presentados como exitosos durante décadas por parte del discurso dominante. No pocos intelectuales locales y del exterior han destacado la experiencia irlandesa por su apertura a mercados, modernización y limitación del Estado, desarrollo de la industria de servicios tecnológicos, disminución de las tasas impositivas, bajos aranceles a la importación, desregulación, afluencia de capitales extranjeros y mejora en la educación. Afirmaban que Irlanda había logrado acceder a los más altos puestos en los índices de libertad económica y transparencia, así como también a ser prototipo institucional para otros países.La crisis global ha sacudido ese modelo exitoso devastando su economía y tejido social.
Uno de los representantes de esa corriente de pensamiento vulgar es el periodista Andrés Oppenheimer, que escribió Cuentos chinos. El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina. Ese libro es una guía ineludible para descubrir la exposición de falacias y lugares comunes que en las últimas décadas se han impuesto en sociedades vulnerables y con escasa densidad nacional. Hoy adquiere mayor dimensión porque revela su tosquedad, comportamiento que ha sido imitado por no pocos analistas y economistas locales. “No hay razones biológicas por las cuales los países de América latina no puedan copiar varias de sus recetas (las irlandesas) y convertirse en éxitos económicos parecidos”, pontificó Oppenheimer. La crisis global exhibió la fragilidad de ese milagro, con un saldo desolador: el crecimiento de Irlanda es negativo y el desempleo a fin de este año podría llegar al 14 por ciento de la fuerza laboral (4,3, en 2006). El gobierno ha tenido que garantizar los depósitos bancarios por 105 mil millones de dólares, nacionalizó el Anglo Irish Bank y aprobó un rescate de entidades por unos 7500 millones de dólares. Irlanda, joya del nuevo modernismo, vive momentos de zozobra: su déficit fiscal ya supera el 6 por ciento del PBI y llegaría al 11 este año. El gobierno quiere reducir el salario de los empleados públicos. El emblema del triunfo de la economía de los tigres celtas, el empresario Patrick Rocca, se suicidó.
Irlanda no es el único modelo exitoso vendido en el bazar de la economía global que ha terminado en la mesa de saldos. Islandia, país que fuera considerado por la ONU como el mejor para vivir en todo el mundo, ahora padece desempleo, parálisis económica, incapacidad para pagar y bancarrota. En una crónica del diario El País de Madrid se menciona que “los islandeses se debaten hoy entre echarle la culpa al gobierno, por haber desregulado las leyes de manera tal que todo valía, o a los banqueros, cuya extravagancia era observada por el resto de los ciudadanos en las fiestas espontáneas que montaban en los bares de Reikjavik, la capital, donde consumían champán a 1000 euros la botella como si fuera cerveza”.
También ha quedado sepultado el milagro económico de los países de Europa del Este, que luego de librarse del régimen comunista soviético ingresaron en el fascinante mundo del consumo capitalista y ahora están al borde de la ruina por la desregulación, elevado endeudamiento y apertura económica.
A una velocidad impresionante han sido cascoteados los faros que iluminaban el sendero a transitar para arribar al puerto del paraíso de la economía. Los abanderados del pensamiento neoliberal se han quedado sin referencias en la feria de las naciones, aunque no lo admiten y como patrullas perdidas alienadas siguen postulando lo mismo que se ha revelado como un fracaso global. En ese bazar todavía les quedan algunas piezas para seguir batallando acerca de modelos económicos a imitar. Entre ellas sobresale la de Chile. La estabilidad política y la evolución positiva de variables macroeconómicas se presentan como el marco preferido del modelo exitoso chileno. Los admiradores de esa experiencia ocultan que gran parte de la estabilidad fiscal e incluso la posibilidad de constituir un fondo anticíclico se encuentra en que el Estado ha retenido gran parte de la inmensa renta proveniente de la explotación del cobre. Tampoco se expone que ese modelo ha avanzado como pocos en la privatización del sistema de salud, educación y previsional, dejando a las mayorías en una situación de elevada vulnerabilidad por el desmantelamiento de los sistemas sociales públicos. La pobreza ha descendido en las últimas décadas, pero la desigualdad no ha registrado la misma tendencia. Al respecto, vale destacar que tanto los índice de pobreza como de desigualdad son relevantes y la superación de uno no involucra necesariamente mejorar el otro. Por caso, si en una sociedad todos sus integrantes son igualmente pobres la desigualdad es cero, pero si uno de ellos recibe una transferencia externa de modo que le permita superar esa condición, reduciría la pobreza pero aumentaría la desigualdad.
Dante Contreras, doctor en Economía por la Universidad de California, sostiene en Distribución del ingreso en Chile. Nueve hechos y algunos mitos, que ese país “es una de las economías con mayor desigualdad en el mundo”. Explica que “la economía chilena ha sido caracterizada en los últimos años como una de rápido crecimiento y desigual distribución del ingreso. En este contexto, varias investigaciones muestran que la distribución de los ingresos en Chile es una de las más desiguales en el mundo, pero que dicha desigualdad se ha mantenido relativamente estable desde una perspectiva de largo plazo”. Otro especialista, Andrés Velasco, doctor en Economía de la Universidad de Columbia, sostiene en Crecimiento económico en Chile: mitos, preguntas y certezas (muy pocas), que ese país está preso de la evolución del precio del cobre. “Cada vez que cae, en el período siguiente se desacelera el crecimiento en Chile”, apunta, para agregar que “si uno mira a otros países exportadores de materia prima con economías más diversificadas, eso no ocurre”. Otro dato relevante sobre el modelo chileno es que pese a los abultados ingresos brindados por la renta del cobre, no ha podido avanzar en su desarrollo industrial con incorporación de valor agregado. Además del cobre, que representa del 35 al 40 por ciento de las ventas externas, la canasta exportadora chilena está compuesta básicamente por pescado fresco y congelado (salmón), harina de pescado, uvas frescas, vinos y madera.
La crisis global brinda la oportunidad para romper con esa particular tendencia de los voceros del discurso hegemónico doméstico de proponer la copia de modelos externos supuestamente exitosos. Uno de los grandes aportes que ofrece la caída del Muro de Wall Street es que los ha dejado huérfanos, aunque todavía se resisten a velar a sus padres. Se presentan las condiciones para avanzar en lo que Dani Rodrik, profesor de economía política de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, plantea: “El reto está en proveer un grupo alternativo de lineamientos para la definición de políticas sin caer en la trampa de promulgar otro modelo impráctico más, supuestamente correcto para todos los países en todo momento”. Esta idea está presentada en el artículo “Y después del neoliberalismo, ¿qué?”, publicado en 2002, donde Rodrik señala que “los antecedentes sugieren que son dos las estrategias en las que debe anclarse un programa de crecimiento adecuado: una estrategia de inversión diseñada para darle un impulso inicial al crecimiento en el corto plazo y una estrategia de construcción de instituciones diseñada para darle resistencia a la economía para enfrentar situaciones adversas”. La economía argentina se encuentra en esa segunda etapa frente a la crisis global, trayecto que requiere dejar de mirar modelos que fueron y ya no son y apostar a espacios para la audacia en la gestión gubernamental e institucional y en la política participativa en el diseño de una estrategia de desarrollo propia a nivel nacional y regional.
La caída del Muro de Wall Street no sólo ha dejado desnudo al rey finanzas desregulada, que los líderes de los países del G-20 tratarán de travestir en la cumbre de Londres el 1º y 2 de abril próximo. También ha dejado en evidencia el derrumbe de modelos económicos presentados como exitosos durante décadas por parte del discurso dominante. No pocos intelectuales locales y del exterior han destacado la experiencia irlandesa por su apertura a mercados, modernización y limitación del Estado, desarrollo de la industria de servicios tecnológicos, disminución de las tasas impositivas, bajos aranceles a la importación, desregulación, afluencia de capitales extranjeros y mejora en la educación. Afirmaban que Irlanda había logrado acceder a los más altos puestos en los índices de libertad económica y transparencia, así como también a ser prototipo institucional para otros países.La crisis global ha sacudido ese modelo exitoso devastando su economía y tejido social.
Uno de los representantes de esa corriente de pensamiento vulgar es el periodista Andrés Oppenheimer, que escribió Cuentos chinos. El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina. Ese libro es una guía ineludible para descubrir la exposición de falacias y lugares comunes que en las últimas décadas se han impuesto en sociedades vulnerables y con escasa densidad nacional. Hoy adquiere mayor dimensión porque revela su tosquedad, comportamiento que ha sido imitado por no pocos analistas y economistas locales. “No hay razones biológicas por las cuales los países de América latina no puedan copiar varias de sus recetas (las irlandesas) y convertirse en éxitos económicos parecidos”, pontificó Oppenheimer. La crisis global exhibió la fragilidad de ese milagro, con un saldo desolador: el crecimiento de Irlanda es negativo y el desempleo a fin de este año podría llegar al 14 por ciento de la fuerza laboral (4,3, en 2006). El gobierno ha tenido que garantizar los depósitos bancarios por 105 mil millones de dólares, nacionalizó el Anglo Irish Bank y aprobó un rescate de entidades por unos 7500 millones de dólares. Irlanda, joya del nuevo modernismo, vive momentos de zozobra: su déficit fiscal ya supera el 6 por ciento del PBI y llegaría al 11 este año. El gobierno quiere reducir el salario de los empleados públicos. El emblema del triunfo de la economía de los tigres celtas, el empresario Patrick Rocca, se suicidó.
Irlanda no es el único modelo exitoso vendido en el bazar de la economía global que ha terminado en la mesa de saldos. Islandia, país que fuera considerado por la ONU como el mejor para vivir en todo el mundo, ahora padece desempleo, parálisis económica, incapacidad para pagar y bancarrota. En una crónica del diario El País de Madrid se menciona que “los islandeses se debaten hoy entre echarle la culpa al gobierno, por haber desregulado las leyes de manera tal que todo valía, o a los banqueros, cuya extravagancia era observada por el resto de los ciudadanos en las fiestas espontáneas que montaban en los bares de Reikjavik, la capital, donde consumían champán a 1000 euros la botella como si fuera cerveza”.
También ha quedado sepultado el milagro económico de los países de Europa del Este, que luego de librarse del régimen comunista soviético ingresaron en el fascinante mundo del consumo capitalista y ahora están al borde de la ruina por la desregulación, elevado endeudamiento y apertura económica.
A una velocidad impresionante han sido cascoteados los faros que iluminaban el sendero a transitar para arribar al puerto del paraíso de la economía. Los abanderados del pensamiento neoliberal se han quedado sin referencias en la feria de las naciones, aunque no lo admiten y como patrullas perdidas alienadas siguen postulando lo mismo que se ha revelado como un fracaso global. En ese bazar todavía les quedan algunas piezas para seguir batallando acerca de modelos económicos a imitar. Entre ellas sobresale la de Chile. La estabilidad política y la evolución positiva de variables macroeconómicas se presentan como el marco preferido del modelo exitoso chileno. Los admiradores de esa experiencia ocultan que gran parte de la estabilidad fiscal e incluso la posibilidad de constituir un fondo anticíclico se encuentra en que el Estado ha retenido gran parte de la inmensa renta proveniente de la explotación del cobre. Tampoco se expone que ese modelo ha avanzado como pocos en la privatización del sistema de salud, educación y previsional, dejando a las mayorías en una situación de elevada vulnerabilidad por el desmantelamiento de los sistemas sociales públicos. La pobreza ha descendido en las últimas décadas, pero la desigualdad no ha registrado la misma tendencia. Al respecto, vale destacar que tanto los índice de pobreza como de desigualdad son relevantes y la superación de uno no involucra necesariamente mejorar el otro. Por caso, si en una sociedad todos sus integrantes son igualmente pobres la desigualdad es cero, pero si uno de ellos recibe una transferencia externa de modo que le permita superar esa condición, reduciría la pobreza pero aumentaría la desigualdad.
Dante Contreras, doctor en Economía por la Universidad de California, sostiene en Distribución del ingreso en Chile. Nueve hechos y algunos mitos, que ese país “es una de las economías con mayor desigualdad en el mundo”. Explica que “la economía chilena ha sido caracterizada en los últimos años como una de rápido crecimiento y desigual distribución del ingreso. En este contexto, varias investigaciones muestran que la distribución de los ingresos en Chile es una de las más desiguales en el mundo, pero que dicha desigualdad se ha mantenido relativamente estable desde una perspectiva de largo plazo”. Otro especialista, Andrés Velasco, doctor en Economía de la Universidad de Columbia, sostiene en Crecimiento económico en Chile: mitos, preguntas y certezas (muy pocas), que ese país está preso de la evolución del precio del cobre. “Cada vez que cae, en el período siguiente se desacelera el crecimiento en Chile”, apunta, para agregar que “si uno mira a otros países exportadores de materia prima con economías más diversificadas, eso no ocurre”. Otro dato relevante sobre el modelo chileno es que pese a los abultados ingresos brindados por la renta del cobre, no ha podido avanzar en su desarrollo industrial con incorporación de valor agregado. Además del cobre, que representa del 35 al 40 por ciento de las ventas externas, la canasta exportadora chilena está compuesta básicamente por pescado fresco y congelado (salmón), harina de pescado, uvas frescas, vinos y madera.
La crisis global brinda la oportunidad para romper con esa particular tendencia de los voceros del discurso hegemónico doméstico de proponer la copia de modelos externos supuestamente exitosos. Uno de los grandes aportes que ofrece la caída del Muro de Wall Street es que los ha dejado huérfanos, aunque todavía se resisten a velar a sus padres. Se presentan las condiciones para avanzar en lo que Dani Rodrik, profesor de economía política de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, plantea: “El reto está en proveer un grupo alternativo de lineamientos para la definición de políticas sin caer en la trampa de promulgar otro modelo impráctico más, supuestamente correcto para todos los países en todo momento”. Esta idea está presentada en el artículo “Y después del neoliberalismo, ¿qué?”, publicado en 2002, donde Rodrik señala que “los antecedentes sugieren que son dos las estrategias en las que debe anclarse un programa de crecimiento adecuado: una estrategia de inversión diseñada para darle un impulso inicial al crecimiento en el corto plazo y una estrategia de construcción de instituciones diseñada para darle resistencia a la economía para enfrentar situaciones adversas”. La economía argentina se encuentra en esa segunda etapa frente a la crisis global, trayecto que requiere dejar de mirar modelos que fueron y ya no son y apostar a espacios para la audacia en la gestión gubernamental e institucional y en la política participativa en el diseño de una estrategia de desarrollo propia a nivel nacional y regional.
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