Por Alfredo Zaiat
Los debates económicos y las presiones del poder para conseguir beneficios y recursos del Estado permiten observar qué intereses están en juego y qué sector social se privilegia. En épocas de bonanzas esas definiciones quedan en un espacio de confusión para la mayoría porque la mejora se generaliza, aunque en un análisis fino surge que algunos reciben más que otros. Además de esas cuestiones estructurales que fueron escasamente visibilizadas en épocas de vacas gordas, en el año que hoy cumple la fallida Resolución 125 se han ido incorporando batallas políticas y de pujas con medios de comunicación que han sumado una mayor confusión. En cambio, en el período de la reversión del ciclo gatillada por la crisis global, la tensión por la distribución del ingreso queda más expuesta, como también la presión de lobbies para favorecer a determinado grupo económico en tiempos de vacas flacas.
En el actual estadio del conflicto con los representantes de la trama multinacional sojera, se expone la evidente preferencia de gran parte de la oposición y de variados analistas por un sector del capital que no es ni ha sido desfavorecido en los últimos años. Esa medida sobre el rendimiento económico debe ser comparada en relación con otros sectores mayoritarios que no han gozado de la fortuna de la naturaleza ni de las extraordinarias condiciones del mercado internacional. Y también vinculada con el nivel de incumplimiento fiscal y de negreo de producción y de trabajadores, categorías que ubican al rubro agropecuario en un lugar destacado. Las retenciones en ese cuadro de contribuyente terminan actuando como sustituto a la extendida informalidad impositiva del sector. Ignorar esos aspectos, como ha sido frecuente a lo largo de estos doce meses desde posiciones conservadoras y de cierto progresismo prolijo, ofrece más pruebas de esa elección por los ganadores.
El Gobierno no ha colaborado para transparentarla porque, más allá de enfáticos discursos acerca de la distribución de la riqueza, ha carecido de capacidad para exhibir una política agropecuaria de mediano y largo plazo, además de exponer el desacierto de dispersar interlocutores que se peleaban por espacios de poder, se contradecían en el mensaje y también en la implementación de medidas sectoriales.
Este proceso traumático, que en el primer aniversario del lanzamiento de la 125 lo hace regresar con intensidad, está agudizado por una Mesa de Enlace desgastada, dividida y con menor simpatía en los centros urbanos. El conflicto queda de ese modo fuera de foco ante el nuevo escenario económico. La convocatoria de la oposición a una sesión especial para bajar las retenciones a la soja, del mismo modo que lo hacen dirigentes de lo que fue una Federación Agraria que representó a pequeños productores y agricultores familiares y hoy es socia de las reaccionarias Sociedad Rural y Confederaciones Rurales, muestran la elección por una porción privilegiada del capital.
Ante un mundo que está viviendo la mayor crisis del capitalismo global, que ofrece una inquietante dimensión de lo desconocido, la comarca de la política doméstica tiene como preocupación casi exclusiva el mundo campo, que no se inhibe en expresar su carácter conservador y regresivo. En el nuevo escenario económico queda así fuera del debate la preservación del empleo, del ingreso de la población más vulnerable y del riesgo de que se agudice el problema de la pobreza y la indigencia. Se trata de una elección a favor del poder económico y en estos días muchos la exponen sin vergüenza.
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