martes, 12 de abril de 2011

“Parecen humanos, pero no lo son”

Estela de Carlotto vio a su hija Laura por última vez el 1º de agosto de 1977. Movió cielo y tierra en su búsqueda, hasta que a fines de octubre del año siguiente recibió un llamado de la comisaría de Isidro Casanova. Le pedían que se presentara, y “oportunamente” le “notificarían” por qué. Allí fue con su marido. “Fue un viaje interminable”, contó, en el que pensaron desde lo peor hasta lo más esperanzador, al punto de ilusionarse con “que encontraríamos a Laura y su hijo”. Pero lo que hallaron fue el cuerpo de ella sin vida. Estela atinó a levantar los diarios que la cubrían, y sólo vio su vientre perforado, cubierto de pólvora. “Se ve que le dispararon para no dejar rastros del embarazo”, dijo, ya que había dado a luz dos meses antes, en cautiverio. “Cuando pregunto dónde está el bebé, me dicen ‘aquí no hay bebé’ (...) Yo no suelo elevar el volumen de mi voz, pero en ese momento no pude más y (al guardia) le grité ‘¡asesino!’ y le señalé el crucifijo que tenía en la pared y le dije ‘¡El los va a juzgar, asesinos!’” Carlotto todavía busca a su nieto, uno de los 34 casos de menores apropiados durante la última dictadura que están siendo juzgados por el Tribunal Oral Federal 6 (TOF6), donde la titular de Abuelas de Plaza de Mayo declaró ayer. “Pensaron que al entregarme a mi hija muerta de 23 años me iban a aniquilar. Lejos de eso seguí luchando con la fuerza del amor (...) seguí con las Abuelas”, dijo. “Mi compromiso, por el que hoy estoy acá, es para demostrar que hubo un plan sistemático de apropiación, para contar cómo ocurrieron las cosas, porque tenemos pruebas de todo lo que afirmamos. Para que la historia se cuente como fue y para que no se repitan estas atrocidades”, dijo Carlotto ante el tribunal. “A estos hombres que reivindican los delitos que cometieron y no nos dicen dónde están nuestros nietos, espero que les caiga todo el peso de la ley”, afirmó, en alusión a los represores que están en el banquillo por el robo de hijos de desaparecidos: los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, Jorge “el Tigre” Acosta, Santiago Omar Riveros, Rubén Franco, Antonio Vañek, Juan Azic y el médico Jorge Magnacco, a cargo de los partos en la ESMA. “Parecen humanos pero no lo son”, dijo la presidenta de Abuelas. Carlotto había empezado a declarar el 30 de marzo, pero su testimonio quedó trunco por un corte de electricidad. El nombre de Bignone apareció más de una vez ayer en su relato, cuando recordó que en la búsqueda de su hija –y también de su marido, que estuvo secuestrado– había llegado a entrevistarse con él. La segunda vez, a mediados de diciembre de 1977, le advirtió: “Si mi hija ya está muerta, devuélvanme el cuerpo”. El 31 de diciembre de aquel año recibió una carta anónima en la que le decían que Laura estaba bajo la órbita de las fuerzas de seguridad. El día que la citaron a la comisaría para avisarle del fallecimiento de su hija estaba junto al cuerpo de un joven NN. Tenían los cadáveres en una furgoneta. En el cementerio, un empleado se quejó de que todo el tiempo le llegaban cuerpos sin identificación, que enterraba como NN. En un viaje a Brasil junto con otras Abuelas, recordó Carlotto, pudo empezar a reconstruir lo que le había pasado a su hija. En ese país, en 1980, estuvo con ex detenidos que habían estado con mujeres embarazadas en centros clandestinos de detención. Alcira Ríos le contó que había estado en La Cacha (en la localidad de Olmos) con una chica a la que llamaban Rita, que era el apodo de Laura, y que había tenido un varón y había podido pasar cinco horas con él. Estela le mostró una foto y confirmó que se trataba de su hija. Alcira, relató Estela, le dio la buena noticia sobre el nacimiento de su nieto y ella tuvo que contarle que a Laura la habían matado. Recordó también que, como una burla, dos días después de enterrarla recibió la respuesta al recurso de hábeas corpus que había presentado en la Justicia: “No se encuentra detenida y se desconoce su paradero”. En parte de su declaración, Carlotto recorrió ante el TOF6 –que preside María Roqueta– la lucha de las Abuelas desde sus inicios, cuando se juntaban en La Plata, luego en la confitería Las Violetas –simulando algún festejo– y hablaban por teléfono en código. Se refirió a sus gestiones incesantes ante autoridades civiles, judiciales, militares y eclesiásticas, donde la respuesta era el silencio o, peor, la amenaza. Recordó que en la búsqueda de su nieto había ido a la Casa Cuna. En realidad, en ese momento pensaba que podía ser una beba. Preguntó por un caso cuyas características podían ser coincidentes con los de su nieto/a y dijo que podía ser su abuela. La niña ya no estaba, y Estela pudo ver en el libro de la mesa de entradas el nombre del juez de menores a cargo: Gustavo Mitchell, actual integrante de la Cámara de Casación Penal. “Voy a hablar con el juez y no me recibió, me mandó alguien de su custodia, le dije quién era y me dijo que no me iba a recibir y que me cuidara porque por lo que hacía podía aparecer en una zanja. Se lo dije y él no me lo desmiente. Me dice que lo hizo para que no me pase nada, pero en el contexto que se vivía descreo que fue para cuidarme”, aseguró Carlotto. Hubo un reconocimiento sobre los niños hijos de desaparecidos que, recordó la titular de Abuelas, corrió por cuenta del ex jefe de la policía bonaerense Ramón Camps, que en declaraciones a un medio español dijo: “Yo mandé a matar cinco mil subversivos pero ningún niño”. Se refirió a que había hecho entregar algunos de ellos “a organismos de beneficencia para que les encontraran nuevos padres (...) los padres subversivos educan a sus hijos para la subversión”. Su hija Laura, dijo Estela ayer, era “la muestra de que las mamás luego de dar a luz (en los centros clandestinos) eran asesinadas”. “Sobre su tumba prometí que seguiría luchando por su justicia y por la de sus 30 mil compañeros”, dijo. Destacó a las Abuelas de Plaza de Mayo como una organización única en su especie, en el mundo, y que cuenta entre sus grandes logros con la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, clave en la búsqueda y el hallazgo de 103 chicos (hoy jóvenes) apropiados. “No queremos revancha, solamente justicia para que se escriba la historia con toda la verdad (...) La justicia será la única forma de que esta democracia sea permanente y que no se repitan estos crímenes.”